“No miren arriba”: un disparate aterradoramente realista

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En este artículo te presentamos un análisis del film “No miren arriba” (2021) tomando como referencia la noción freudiana del disparate tal como es presentada en “El chiste y su relación con lo inconsciente” (1905). Desde el humor absurdo, sostenemos, se busca describir la realidad agobiante, tenebrosa y disparatada que hoy vivimos y operar un giro cómico sobre este hecho que asedia la condición humana y signa su trágica repetición: la pulsión de muerte (Freud); el hombre como lobo del hombre (Thomas Hobbes); o el Contra Uno (Étienne de La Boétie).

Desde el telescopio Subaru, dos astrónomos avistan un asteroide inmenso, el cometa Dibiaski, que en seis meses colisionará con la tierra provocando la extinción de la raza humana. ¿Cómo impacta esta noticia en la era de las fake news, las redes sociales y los dispositivos móviles? ¿O es que el asteroide representa, en sí mismo, nada más ni nada menos que la propia capacidad autodestructiva del ser humano que prolifera a la par de todo avance y evolución de la civilización?

Estructura y función del disparate

¿Es contradictorio hablar de un disparate realista? Veamos. Si pudiéramos categorizar el disparate dentro de la familia de los chistes, diríamos que es algo así como un “metachiste”. Su intención no es, como en el caso de los chistes inocentes, producir placer a partir de establecer -vía homofonía, por ejemplo- un vínculo novedoso e impensado entre dos círculos de representaciones lejanas. El disparate tampoco se propone, como en el caso de los chistes tendenciosos, obtener un placer sádico a partir de emitir una crítica burlona sobre un rasgo, cualidad, hábito o creencia de un grupo social determinado.

El disparate tiene una misión más radical, que es poner en jaque la armazón que hace al edificio del lenguaje, dejar en evidencia la radical falta de garantías del orden simbólico que determina el valor las cosas que damos por sentadas a diario. En este sentido, el disparate se constituye como un chiste bastante peculiar. Más que un sentimiento placentero, suele generar desconcierto y angustia, como bien lo supo interpretar el gran historietista Quino.

No miren arriba: un disparate realista

En El chiste y su relación con lo inconsciente Freud explica la noción del disparate de la siguiente manera: “la técnica de los chistes disparatados (…) consiste en la presentación de algo tonto, disparatado, cuyo sentido es la ilustración, la figuración de alguna otra cosa tonta y disparatada”.

En este sentido y siguiendo al creador del psicoanálisis, no resulta ilógico hablar del realismo de ciertos disparates. A partir del absurdo, muchos chistes, películas y obras literarias han sabido representar, a lo largo de la historia, situaciones cotidianas con las que empatizamos aun sin llegar a comprender del todo y que se asocian, como es el caso del malentendido implicado en algunas relaciones humanas, con “razones del corazón que la razón ignora”, para citar a Pascal.

Una técnica hermana de la anterior y que Freud describe inmediatamente después consiste en el ocultamiento de una falacia tras la apariencia de una logicidad. Entre los chistes que hacen uso de esta técnica es muy conocido el del niño-cliente que en una juguetería tiene un diálogo con el comerciante:

– ¿Cuánto cuesta ese avioncito? (Lo señala)

– 8 pesos

– ¡Lo llevo! (El niño le entrega el dinero)

– ¡Pero… este dinero es de juguete!

– ¿Y?…¡el avioncito también!

Este chiste es resultado de una operación similar a la del chiste anterior: en el razonamiento del niño se manifiesta cierto saber que desconcierta al adulto: el dinero, sin el pacto fiduciario que establece su valor, no es más que “papel pintado”, esto es, un juguete. Algo muy similar ocurre en el célebre cuento de H.C. Andersen: el niño, desde su supuesta ignorancia, advierte lo que todos en el pueblo -sin querer admitir- saben: que el rey está desnudo.

En resumen, la fachada del disparate puede ser lógica o absurdaporque lo que distingue al disparate como tal es que pone de manifiesto lo lábil, borroso y contingente de la línea que separa estos dos planos: realidad y ficción; lógica y sinrazón; sentido y sinsentido. Así pues, el efecto sorpresa o chistoso (según la calidad del chiste) pareciera producirse a raíz de la liberación momentánea de la energía empleada en “sostener” la barrera que mantiene apartadas estas dos dimensiones. Esto tiene el impacto fugaz de retrotraernos a un infantil jugar con las palabras como si éstas fueran cosas.

El disparate según Freud y el film No miren arriba

“No miren arriba”: un disparate aterradoramente realista

Si tuviera que resumir el film “No miren arriba” (Don´t look up) en una frase diría que se trata de una seguidilla inquietante de disparates realistas. Al iniciar el film se nos advierte: “No mires arriba está basada en hechos reales” ¡y vaya si lo está! A decir verdad, no me sorprende demasiado que el film haya recibido tantas críticas negativas y que a no poca gente le haya parecido aburrido o desagradable. ¿Será que vivimos en un mundo disparatado?

Al finalizar un texto maravilloso de 1929 llamado El problema económico del masoquismo, Freud define el masoquismo moral como un hecho primario, típicamente humano y fundamenta su peligrosidad en su descendencia directa de la pulsión de muerte: “(…) corresponde a aquel sector de ella que se ha sustraído a su vuelta hacia afuera como pulsión de destrucción. Pero como, por otra parte, tiene el valor psíquico {Bedeutung} de un componente erótico, ni aun la autodestrucción de la persona puede producirse sin satisfacción libidinosa”.

Así como un adicto se entrega a la droga o un alcohólico es capaz de estamparse con su coche en estado de ebriedad conduciendo a alta velocidad ¿será que el coqueteo con la idea de nuestra autodestrucción como especie ha pasado a tomar un valor erótico para nosotros? ¿Será ese nuestro destino colectivo? Tal parece ser la idea sugerida por la frívola presentadora de TV (muy bien interpretada por Kate Blanchett) quien mientras besa al astrónomo le pide que le diga que “todos vamos a morir” para excitarse como en un juego erótico de dirty talk.

Lectura psicoanalítica del film "No miren arriba"

La ignorancia como bandera

Algunos diálogos en No mires arriba rayan lo bizarro y resultan tan desopilantes como deprimentes. El film nos muestra un mundo distópico, ya lo dijimos, no muy lejano del actual en el que cualquiera puede opinar acerca de cualquier cosa…todo se encuentra sujeto a discusión y el tono confrontativo de los personajes prevalece sobre los argumentos lógicos y la búsqueda de la verdad.

Seres humanos adultos se comportan como unos niñatos caprichosos que buscan, enceguecidos, tener la razón a cualquier precio. Así lo refleja una entrevista televisiva que le realizan a Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence). La doctoranda de perfil bajo que descubre la inminente catástrofe, lejos de ser reconocida como una heroína que ha anticipado un acontecimiento vital es tratada como una loca… la culpable de traer malas noticias y arruinar esta especie de fiesta maníaca que la humanidad tiene montada por estos días.

– ¿Y se supone que debemos hacer lo que Usted dice? ¿Cómo sabemos siquiera que existe un cometa?

– Mr. Paukaty, estos datos han sido validados y fueron revisados por cientos de científicos de renombre mundial.

– ¿Y se supone que confiemos en Usted? ¡El cometa lleva su nombre!

– No veo la relevancia.

– Entonces… ¿por qué no responde la pregunta?

– ¿Qué pregunta?

En el film se presentan de manera muy clara las mil y una “grietas” presentes en la sociedad actual, a cada paso y en relación con prácticamente cualquier tema: Mujeres vs Hombres, Izquierda vs Derecha, Capitalismo vs Socialismo, Veganos vs Carnívoros, Mirarribistas vs Mirabajistas. A cada paso, una confrontación, un pleito, un nuevo escenario para el despliegue de una encarnizada rivalidad entre dos bandos antagónicos.

Y no es de extrañar que el otro hostil guarde siempre, tras su comportamiento, una intención macabra que secretamente busca perjudicarme. “Piensa mal y acertarás” parece ser la premisa cúlmine de estos tiempos. Desde el poder, por supuesto, se agitan estos fantasmas y se busca sacar provecho de ellos para manipular a las masas, como queda evidenciado en un discurso de la presidente (Meryl Streep): -Ellos quieren que Ustedes miren arriba ¿saben por qué? Porque los quieren asustados. Porque se creen mejores que ustedes…

Si planeas dar malas noticias… ¡mejor contrata a un abogado!

Hoy todo es una contienda, por lo tanto si tienes pensado comunicar malas noticias…más te vale que no peques de ingenuo y contrates a un abogado. ¡Alguien podría sentirse ofendido por tus dichos e iniciar una demanda legal en tu contra! Te preguntarás – ¿Y qué culpa tengo yo de que un asteroide esté a punto de caer sobre la tierra? Tú no tienes la culpa de que el asteroide caiga: tú eres responsable de decirlo y ofender a alguien con tus dichos…

¿Suena disparatado, no es cierto? Y sin embargo sabemos muy bien que hoy por hoy decir ciertas verdades incontrastables puede ser un pecado mortal, un crimen en términos jurídicos que, por “herir susceptibilidades”, ponga en serios aprietos a quien las enuncia. El fanatismo ante cualquier posición ideológica (disfrazado de respeto a la diversidad, corrección política o aceptación de las minorías) está a un paso de convertirse en intolerancia, rigidez y autoritarismo.

A diferencia del refrán, ¡hoy en día si hay algo que ofende es la verdad! Actualmente hay que medir a piejuntillas absolutamente todo lo que uno dice (algunos lo llaman “coaching”). Los seres humanos nos hemos vuelto fascistas de la corrección política, de la diplomacia y se vive hoy en una sociedad de control que hace parecer la novela 1984 de George Orwell un cuento de hadas. Por ello reivindico la forma de transmitir las ideas que han elegido McCay y Sirota, los creadores del film, encubriendo la verdad tras el velo de la ficción y ajustándose mediante un buen uso del humor a la célebre premisa de “reír para no llorar”.

Centro de Estudios Freudianos - Análisis del film No miren arriba

El poder y la impotencia

El tema del poder tiene en el film un abordaje sumamente interesante, coincidente con la posición que el psicoanálisis tiene al respecto. Janie Orlean (Meryl Streep) que pareciera estar evocando a través de su personaje una versión femenina del conservador Donald Trump, aparece en una fotografía del Salón Oval, el despacho presidencial, junto al actor Steven Seagal, confeso amigo del dictador venezolano de izquierdas Nicolás Maduro. A mi parecer, los creadores intentan transmitir mediante este guiño que las problemáticas planteadas en el film exceden la dicotomía izquierda-derecha y constituyen dificultades complejas enraizadas en lo profundo de la condición humana: el problema del poder y su indisociable relación con la impotencia.

En un primer momento, la política “ningunea” a la ciencia. El trato condescendiente y denigratorio de los altos mandos de la Casa Blanca para con los astrónomos es una constante a través de toda clase de gestos y actitudes. Pero no lo es menos la humillación a la cual la propia presidente de los EEUU se somete cada vez que habla el magnate Peter Isherwell, creador y fundador de Bash (la compañía líder en telefonía móvil y tecnología espacial) que viene a representar el poder económico.

Isherwell es un personaje siniestro, altamente psicopático, una especie de gurú tecnológico adorado por sus seguidores al estilo de Steve Jobs, fundador de Apple (¿un guiño a George Soros, Elon Musk y Mark Zuckerberg?) que presenta la inteligencia artificial como la panacea y “le vende” a la humanidad su propio mundo paranoico y desafectivizado como un paraíso en la tierra. Al ser donante de campaña nivel platino con acceso total puede ingresar a la Casa Blanca cuando le plazca, no sólo para opinar sino para decidir el rumbo de cualquier política de Estado.

Los protagonistas poderosos se comportan en el film como un grupo de niños caprichosos y egoístas que actúan por el puro placer de ejercer el poder e imponerse sobre los demás. Su idea es que con los recursos adecuados (dinero, influencias, tecnología) todo puede ser “handled” (manejado-manipulado). Así, contratan a prestigiosos científicos para dividir el asteroide en muchos pequeños “tesoros del cielo” o planifican, por si el plan fracasa, una evacuación de emergencia exclusiva para unos pocos elegidos.

Una desopilante pequeña muestra de esta “nube” en la que viven es el momento en que el hijo de la presidente y jefe de estado (excelentemente representado por Jonah Hill) llega a quejarse, evocando la inminencia de las próximas elecciones legislativas, del “timing” del asteroide el cual, según refiere, es realmente atroz…

A lo lejos aparece la perspectiva del cometa dirigiéndose hacia la tierra. Las imágenes desde la vía láctea se intercalan con las de la naturaleza, la vida en el planeta y todo aquello que muy pronto está a punto de desaparecer. De pronto se ven hormigas en sus hormigueros y peatones cruzando avenidas en grandes urbes, lo cual simboliza el minúsculo lugar que ocupa la humanidad en el universo. Más allá de nuestros delirios de grandeza, si nos detenemos a pensar, nuestra vida en el cosmos es tan frágil como la de una hormiga bajo la suela de un peatón que sin tener la intención ni el registro de ello, la aplasta y termina con su existencia en un instante.

No miren arriba: un disparate aterradoramente realista

El primado del principio del placer

Freud explica la constitución subjetiva a partir del establecimiento inicial de un yo que es puro placer. Todo lo bueno (el alimento, el objeto que lo provee, la sensación de saciedad) es originariamente percibido como propio; cuando la experiencia placentera no es hallada en la realidad efectiva, las huellas mnémicas asociadas a la vivencia de satisfacción son “recuperadas” de manera alucinatoria y los estímulos negativos (como el hambre, por ejemplo) son cancelados por la vía directa, sorteando la prueba de realidad. Un testimonio de este modo de funcionamiento primitivo del alma lo constituye, en la vida adulta, el soñar.

Poco a poco el apremio de la vida imprime un desencuentro entre el placer procurado y el hallado, desengaño inaugural que le “enseña” al infante que la división yo-mundo excede su dominio: dentro del yo hay cosas desagradables que debe aprender a tolerar y a procurarse “afuera” mediante la modificación del mundo real. La energía psíquica ya no busca, libre, la descarga por el camino más fácil, sino que se “liga” entre representaciones, proceso a partir del cual se abren camino las funciones del proceso secundario (la memoria, la razón, el pensamiento).

Con ello se instituye el principio de realidad que, según nos dice Freud, no destrona sino que “asegura” el principio del placer, por cuanto nos permite obtener las satisfacciones buscadas, aunque ahora de una manera atemperada y transitando los rodeos que nos impone la cultura. Este desvío que debe recorrer la pulsión de sus metas originales se asocia a dos grandes destinos: la represión (que posibilita la convivencia humana) y la sublimación que ha hecho al hombre capaz de trascender su finitud mediante creaciones como el David, la novena sinfonía o los maravillosos descubrimientos de la ciencia.

El film parece sugerirnos que, caminando en esta dirección, la humanidad ha dado un paso en falso que podría ser irreversible y fatal. A partir de la búsqueda ciega por satisfacer todos nuestros deseos, hemos quedado presos de una ilusión destructiva que nos condena día a día. Pareciera que hemos alcanzado finalmente la “Edad de Oro” de la que Freud nos hablaba en El porvenir de una ilusión y de una manera, por cierto, para nada auspiciosa:

“Mientras que la humanidad ha logrado continuos progresos en el sojuzgamiento de la naturaleza, y tiene derecho a esperar otros mayores, no se verifica con certeza un progreso semejante en la regulación de los asuntos humanos; y es probable que en todo tiempo, como en esta época nuestra, muchos hombres se preguntaran si este sector de la adquisición cultural merecería preservarse…

…Se creería posible una regulación nueva de los vínculos entre los hombres, que cegara las fuentes de descontento con respecto a la cultura renunciando a la compulsión y a la sofocación de lo pulsional, de suerte que los seres humanos, libres de toda discordia interior, pudieran consagrarse a producir bienes y gozarlos. Sería la Edad de Oro; pero es dudoso que ese estado sea realizable.”

No miren arriba: análisis del film

La propuesta de Bash y su creador es clara: en un nuevo “renacimiento” de la humanidad (las referencias a este período histórico se hallan presentes, por ejemplo, en los frescos “aggiornados” de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina) el hombre se acerca definitivamente a la divinidad a partir del teléfono móvil, ese dispositivo tecnológico que -mediante una serie de algoritmos automatizados- es capaz de descifrar con precisión exacta nuestros deseos, necesidades, inquietudes, interrogantes (todo cuanto hasta ahora nos resultaba desconocido o enigmático sobre nosotros mismos) y satisfacerlos.

En una de las escenas más impactantes del film, Isherwell tiene un arrebato de furia vengativa para con el astrónomo luego que éste lo llame “empresario”. El magnate se siente ofendido con el comentario y se lo hace saber, aclarándole a su interlocutor que él no se dedica meramente a hacer negocios sino que está a cargo de la evolución de la humanidad. Para probar su punto de vista le refiere que gracias a la tecnología que él ha creado puede saber cuántos pólipos tiene él en el colon y hasta de qué manera va a morir.

El dilema de las redes sociales

Si vivimos en una gran ciudad seguramente no nos sea ajena la siguiente imagen: al ingresar a un lugar público como un medio de transporte o un bar vemos al 90% de las personas absortas en la pantalla de su teléfono móvil. En el seno de un grupo familiar ocurre lo mismo cada vez con mayor frecuencia. “Pareciera que el mundo se ha vuelto loco o que ha caído en una especie de hechizo”. En El dilema de las redes sociales (documental de Netflix que podría definirse como un antecedente imprescindible de Don´t Look Up) un grupo de ex-empleados de compañías como Google, Facebook, Youtube e Instagram explican el porqué de este fenómeno alarmante.

No miren arriba: los dispositivos móviles

Nunca antes la humanidad ha contado con mecanismos de mercadeo tan sutiles y sofisticados. Nunca antes las compañías han sido capaces de “segmentar” con tanta exactitud el público al cual direccionan sus productos y servicios. Esto se logra de una manera muy llana: las grandes predicciones pueden hacerse sólo a partir de disponer de muchos datos. Cuanta más información manejas acerca de las características, el carácter, las disposiciones de alguien, más probabilidades tienes de predecir su comportamiento y manipularlo.

Así es que en cada una de nuestras acciones en la Web (a través de los motores de búsqueda, por ejemplo) el sistema va adquiriendo información acerca de nuestros gustos, tendencias y toda esta información es de un enorme valor para las compañías. Es como si estuviésemos apuntando estos motores de inteligencia artificial hacia nosotros para reaprender automáticamente cada vez mejor qué es lo que provocaría una respuesta “exitosa” por parte del “usuario”, entendiendo por éxito una compra, un clic, una acción determinada.

Quienes diseñaron el sistema lo hicieron con un solo objetivo en mente: captar al máximo nivel posible la atención del usuario, y esto se logra proporcionándole placer. El objetivo es claro: tenerte “enganchado” (hooked) sólo un rato más…y más… (como podemos comprobar, por ejemplo, con el sistema de recomendación de videos de Youtube). El documental arriba a una conclusión dramática: los usuarios de internet –y hoy en día, ¿quién no lo es?-  hemos pasado sin darnos cuenta de ser los consumidores a ser el propio bien intercambiado. Parafraseando al documental: “Si tú no pagas por el producto, tú eres el producto”.

Lo más triste del asunto es que hoy ni siquiera las mentes más brillantes de Silicon Valley -muchos de quienes se autodefinen como “adictos” a estas herramientas- pueden decodificar los mecanismos empleados por los programas que ellos mismos han diseñado. El sistema ya “piensa” y tiene “acciones exitosas” por su cuenta sin que sepamos cómo lo hace ni podamos intervenir sobre su funcionamiento. Al parecer, los seres humanos hemos construido una cárcel, nos hemos quedado encerrados y hemos perdido las llaves. En efecto, muchos de los ideólogos de estas tecnologías hoy sienten angustia y preocupación frente al porvenir del mundo y temen con razón que a la humanidad ciertas cosas se le estén yendo de las manos.

“La inteligencia artificial ya controla el mundo actual. En empresas como Google hay habitaciones enormes, algunas bajo la tierra, otras bajo el agua, con miles y miles de computadoras hasta el infinito. Todas están conectadas entre sí, ejecutando programas sumamente complicados y transmitiendo información de manera permanente. Ejecutan muchos programas diferentes: algunos podrían describirse como algoritmos muy simples y otros son algoritmos tan complejos que podrías llamarlo inteligencia”.

Cada vez más conectados… y más fragmentados

Estos fenómenos tienen, como mínimo, una segunda implicancia significativa. El relativismo cognitivo y moral en que estamos inmersos como sociedad. Como bien se encuentra explicado en el documental, “los algoritmos son opiniones en código”. No son objetivos, no se corresponden con ninguna realidad sino que están configurados de acuerdo con una determinada definición de éxito. Un ejemplo de esto se advierte en cómo los motores de búsqueda “rellenan” la información acerca de determinados temas según el lugar del planeta desde el cual se realice la búsqueda o dependiendo de lo que Google sepa acerca de nuestros gustos e intereses.

Por ejemplo si buscas en Google: “el cambio climático es…” dependiendo de diversos factores, encontrarás que es una amenaza, que es inevitable, que es una farsa, y así sucesivamente…Otro ejemplo lo constituyen las célebres “fake news” que, según se ha estudiado, se difunden seis veces más rápido que las noticias verdaderas. Teniendo en cuenta que el único objetivo del sistema es captar tu atención, si tienes tendencia a creer en teorías conspirativas, el sistema promoverá que encuentres contenidos que abonen estas teorías; si tienes afinidad por determinado partido político o has manifestado descontento hacia ciertas minorías, lo que hará el algoritmo es “agitar tus fantasmas” y sugerirte contenidos que respalden tus creencias.

Estos procesos (que pueden equipararse a la acción de echar gasolina a un incendio) están corroyendo de manera acelerada el tejido social, pues si a cada uno se le muestra la verdad que lo conforma, se lo vincula con personas que piensan igual y se le brindan argumentos que justifican sus prejuicios…si cada uno está “en su mundo” con sus historias, sus intereses, hemos perdido por completo la posibilidad de unirnos en torno a una sola verdad. Tal parece ser la regla de la sociedad actual: cuanto más conectados estamos más nos hemos distanciado emocionalmente.

Es lo que manifiesta el personaje de Randall Mindy (Di Caprio) cuando explota en el Show Televisivo: “Hay un enorme cometa que se dirige a la tierra. Y sabemos que hay un cometa porque lo vimos. (…) Y si no nos ponemos de acuerdo, como mínimo, en el hecho de que un cometa gigante, del tamaño del Monte Everest, caiga sobre la tierra es algo malo, entonces qué mierda nos pasó?”

Resulta notoria la similitud del planteo del astrónomo con el siguiente fragmento extraído de El dilema de las redes sociales:

“Si la tecnología, que en un primer momento fue hecha para ayudarnos, crea caos masivo, indignación, falta de civilidad, falta de confianza en el otro, soledad, alienación, más polarización, hackeo de elecciones, populismo, distracciones e incapacidad de pensar en los problemas reales, si la gente ya no sabe qué es lo verdadero, pues bien: ¡eso afecta a la sociedad!” (…) “No se trata de que la tecnología en sí misma y de manera directa represente una amenaza existencial, sino de la capacidad que tiene la tecnología para sacar lo peor de la sociedad, y de que lo peor de la sociedad constituya la amenaza existencial…” 

La vida… sin el estrés de vivirla

No miren arriba: Di Caprio y Jenniffer Lawrence

Luego de llevar bastante tiempo acostándose con el astrónomo, la presentadora le dice: – Me acabo de dar cuenta de que no sabemos nada el uno del otro ¿no es verdad? Finalmente deciden “hacerlo” de una vez (no a tener sexo, sino a conocerse) y pueden abrir sus corazones, mostrar sus sentimientos: ella le cuenta con cuántos ex-presidentes se acostó; él, acerca de un poster de Star Wars autografiado por un famoso que guarda como reliquia en su garage. Luego de esta profunda plática, se disponen a decidir en qué restaurante cenarán por la noche.

Más allá de la angustia que les genera saber que a la humanidad le quedan unos pocos meses de vida, los astrónomos deben sentirse agradecidos y hasta bendecidos por tener un espacio en el Show televisivo donde “todos quieren estar”, sin importar qué los lleva a estar allí. Se tienen que “lookear” y “coachear” para el espectáculo del cual están a punto de ser los protagonistas…como si se tratara del ensayo de una obra de teatro.

En el talk show que los recibe, los científicos deben hablar sobre el “planeta” que se supone que descubrieron en un “segmento de ciencia”. Allí, la inminente colisión de un mega-asteroide con la tierra que amenaza con extinguir la raza humana tiene la misma importancia que el escándalo sexual de un candidato político. Mientras, DJ Chello y la cantante pop del momento (Ariana Grande) montan alrededor de su reconciliación un show sensiblero y lleno de golpes bajos con el claro fin de darse a conocer y vender más discos.

¡Ah, hay algo más! Si van a anunciar algo desagradable lo deben hacer con un tono amable y divertido, ya que “a Jack y Brie les gusta pasarla bien”. “- Simplemente están contando una historia, manténganlo simple, nada de matemáticas”. Los especialistas deben entrenarlos para decir las cosas de una manera favorable al rating… La frivolidad y la liviandad son la norma. Todo lo que no sea información vacía, estúpida, sin contenido carece de interés. – “Aquí, nos dedicamos a aliviar las malas noticias”.

La presidente, que sólo piensa en términos de marketing y con las próximas elecciones en mente, advierte a los científicos de que “uno no puede ir por ahí diciendo que hay 100% de posibilidades de que muramos” ya que eso sería algo muy antipático, una especie de suicidio electoral. Mientras, el hijo se ríe incrédulo y a duras penas tolera ver cómo la presidente de los EEUU le explica cuánto es 2+2 a dos adultos que la miran desconcertados. Desde la perspectiva de Janie, la imagen ante la opinión pública vale más que la propia existencia y lo “loco” no es negar la realidad sino lo impopular o, como se acostumbra a decir en la jerga política, lo “piantavotos”.

Éste es el mundo de puro placer, el paraíso terrenal propuesto por Bash. En este mundo, uno vive la vida “sin el estrés de vivirla”, esto es, librado de la tensión implicada en las molestias, las dificultades y los obstáculos. En este mundo no parece haber tensión entre lo que uno anhela y lo que uno tiene porque el propio ordenador o el teléfono móvil le compra a uno lo que “sabe” que necesita o le hará bien: desde un CD musical del artista del momento hasta una consulta con el terapeuta más cercano si se encuentra un poco deprimido, “para asegurarnos de que esa tristeza no volverá jamás”.

Aún el personaje principal, Randall, un astrónomo serio y de carácter reservado que al comenzar la epopeya tenía ataques de pánico y tomaba tranquilizantes antes de cada aparición pública, queda corrompido por el sistema y cegado por las luces de la farándula. De repente el sistema lo absorbe y pasa a ser una celebridad. Su cara aparece en la tapa de revistas masivas, participa de programas para niños con muñecos que le preguntan sobre el cometa y vende a la ciencia como un producto más de ese gran cambalache mediático.

La brecha de valores tiene también un matiz generacional. La estrella pop del momento (Ariana Grande) luego de haber contado públicamente el lugar anatómico de su último tatuaje, se ofende cuando el astrónomo le expresa su apoyo y solidaridad por la reciente ruptura de su expareja. Lo que uno interpreta como un acto de cortesía, el otro lo considera prácticamente una situación de acoso. Como resulta tan habitual por estos días, se ofende por que invadan su intimidad quien previamente ha hecho de su vida entera un reality show.

Una plegaria por las cosas…No miren arriba: Jonah Hill

“Vivimos en un mundo en el que un árbol vale más muerto que vivo y en el que una ballena vale más muerta que viva. Mientras la economía funcione así y las corporaciones no estén reguladas, se seguirán destruyendo árboles y matando ballenas. Lo aterrador, y ojalá sea la gota que colme el vaso, es ver que ahora somos el árbol y que ahora somos la ballena. Somos más rentables si miramos mucho una pantalla que si pasamos ese tiempo viviendo una vida plena” – Tristan Harris

La película está llena de ejemplos en que el egoísmo, la codicia, el materialismo y la búsqueda de lucro a cualquier precio prevalecen sobre cualquier otro sentimiento. La mayoría de los personajes parecen estar preguntándose en todo momento: – ¿Qué beneficio hay para mí? No faltan los oportunistas que ante la inminente catástrofe venden palas a U$S 599 dólares, para quienes quieran cavarse un refugio subterráneo. Por su parte Themes, un general del ejército de altísimo rango que se autodefine como “los ojos del Pentágono”, les vende a quienes esperan junto a él los bocadillos que  consigue gratis, aprovechando una situación tremendamente angustiante para hacer negocios.

“Quiero proponer una plegaria, ya no por las personas, sino por las cosas” dice el cínico Jefe de Estado (Jonah Hill) antes de que el delirante plan de Isherwell fracase y se quede abandonado por su madre, intentando convencerse a sí mismo de que lo que sabe que nunca va a ocurrir: -“Volverá”. Por último, cuando el astrónomo se rectifica y toma consciencia de que el apocalipsis está cada vez más cerca, les dice a los presentadores que “necesitamos revisión de pares para verificar la viabilidad del plan de Isherwell”. Ellos responden con la habitual liviandad: -“Si las acciones de BASH van viento en popa, no necesitamos la revisión de pares (yo ya compré algunas, dicho sea de paso)”.

La presidente también busca obtener su tajada de ganancia a partir de la catástrofe. Primero quiere obtener un rédito político: luego de haber enviado una foto de sus partes íntimas a un miembro de la corte suprema y quedar envuelta en un escándalo sexual, se da cuenta de que su imagen cae y podría perder las elecciones legislativas. Así, elige un personaje popular lo suficientemente bruto como para viajar en un cohete a luchar contra un asteroide de 9km de ancho y anuncia con redobles de tambores, juegos de luces y fuegos de artificio la heroica misión que encabeza.

Luego, Isherwell aporta la información de que el cometa está compuesto por minerales raros que son muy útiles en la fabricación de teléfonos móviles y contiene 140 billones de dólares en activos. Esto cambia el panorama y el relato presidencial da un giro de 180 grados: de repente, dejar avanzar a un cometa sobre la tierra a velocidad supersónica se convierte en una causa humanitaria a favor de los niños, el futuro y lo que era una tragedia se transforma en una oportunidad inmejorable para acabar con las injusticias sociales.

-“Lo teníamos todo…”

No miren arriba: final

Un efecto muy curioso se produce cuando el asteroide finalmente “se puede ver”. Allí, el astrónomo se expresa azorado: “-Es horrible y hermoso al mismo tiempo. Está ahí. Por fin lo ven”. Se vuelve un alivio, por dramático que sea, ver el cometa, porque les hace sentir que no están locos. Los hechos les dan la razón. Ya no hay relatos, manipulaciones ni mentiras. Se borran las fronteras, como en la canción de Serrat “Fiesta”. Ya no hay ricos, pobres, débiles ni poderosos. En la India o en Manhattan; igual un ser humano que un rinoceronte… cualquier ser vivo que habite bajo el cielo estrellado y “mire hacia arriba” puede constatarlo.

Es como si el hecho catastrófico de un acontecimiento que hace presagiar nada menos que la extinción de la humanidad, fuese algo más tolerable que el aislamiento/confinamiento horrorosos que caracteriza eso que hoy llamamos “vida”. No deja de resultar sorprendente y esperanzador que haya algo -aunque eso implique nuestra inminente ruina- que todavía sea capaz de unirnos.

Los protagonistas entrañables del film no eligen salvarse a cualquier precio. ¿De qué vale vivir sin la compañía de quienes más nos importan? Para ellos la muerte no es la extinción de su “yo” sino el final de la vida que comparten. De la misma manera, al presentir que la misión fracasa, los empleados de la agencia espacial abandonan el recinto para estar con sus seres queridos: “-Me voy a ver a mi marido”. “-Tengo una hija de 20 años. Necesito verla”.

Antes del colapso, de que el asteroide finalmente haga irrupción y todo (las personas y las cosas, ahora sí, equiparadas) queden flotando en el espacio como polvo de estrellas, la reflexión final de Randall resulta conmovedora. “-Realmente teníamos todo ¿no es cierto?” Al final, recién empiezan a disfrutar de los papines, del salmón que no es de criadero o de un pastel de manzana en buena compañía; una sensual canción de jazz (¿recuerdo de un tiempo más sano?) el amor frente a nuestras ojos, la familia, una rica cena y un brindis entre amigos…

No miren arriba: Brindis

 

POR GUILLERMO MIATELLO*
* PSICÓLOGO COLEGIADO EN EL COLEGIO OFICIAL DE PSICÓLOGOS DE MADRID M-36994
GRADO EN PSICOLOGÍA UNED (ESPAÑA)
LICENCIATURA EN PSICOLOGÍA (U.N.C., CÓRDOBA, ARGENTINA)
MAGISTER EN PSICOANÁLISIS (U.B.A., BUENOS AIRES, ARGENTINA)

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