¿QUÉ ES EL PSICOANÁLISIS?

Freud hizo sus primeros hallazgos en el campo de las “enfermedades nerviosas”. Investigando en la vida anímica de los neuróticos encontró la existencia de un mundo hasta entonces desconocido: el inconsciente. Hasta Freud, psiquismo y consciencia habían sido entendidos como una y la misma cosa. El médico vienés descubrió que existen en el alma humana procesos de cuya existencia el sujeto no sabe, o para decirlo con mayor precisión, “de cuya existencia sabe sin saber que sabe”. Vale la aclaración -nos dice Racker- porque se trata de un saber temido, negado, un saber sobre tendencias y fantasías propias que son rechazadas de la consciencia o, como decía Freud, reprimidas.

Estas penosas y angustiantes cuestiones propias son aspectos de nuestras pulsiones, de nuestra herencia animal; deseos sexuales y agresivos de determinada índole que -desde la perspectiva de nuestras instancias psíquicas superiores- preferiríamos no tener. Frente a esta preferencia, Freud solía evocar las palabras de su maestro Charcot: “El hecho de que prefiramos que algo no exista, no impide que ello exista a pesar de todo”. Comprendemos, teniendo en cuenta lo antedicho, por qué el mundo ha tardado tanto en reconocer veracidad a los descubrimientos de Freud y por qué aún al día de hoy, a más de un siglo y medio de su nacimiento, el psicoanálisis sigue elevando sobre los pacientes y la comunidad en general no pocas resistencias afectivas. 

Ocurre que la propuesta de Freud, si bien parte del campo de la psicopatología, concluye por interpelar a la humanidad en su conjunto y aplicarse a la psicología general, al señalar que los procesos psicológicos inconscientes –originalmente adjudicados a los pacientes “enfermos”- son universales y constitutivos de todo ser hablante.

Desde el psicoanálisis partimos de suponer que toda persona, por diferentes motivos, rechaza desde su yo determinados impulsos, mociones o ideas. Los diferentes modos en que se realiza aquel rechazo constituyen los mecanismos de defensa del yo. La represión (la exclusión de un contenido de la consciencia) es sólo uno de estos mecanismos. La proyección (poner afuera lo que es de uno), la introyección (tomar adentro lo que es de otro), la regresión a etapas anteriores del desarrollo son otros de los muchos mecanismos de defensa.

Tanto los fenómenos patológicos propiamente dichos como las perturbaciones de carácter, de las relaciones del ser con el mundo, constituyen la manera desfigurada en la cual “retorna” aquello que había sido reprimido. De ello se desprende que cuanto más reprimimos, más angostamos nuestras posibilidades de desarrollo. Así pues la infelicidad, la insatisfacción y las dificultades que experimenta una persona para amar y trabajar son el efecto de una sola aunque compleja causa: el desconocimiento de sí mismo. Pero debemos agregar enseguida -aclara Racker- que el conocimiento de sí mismo al que nos referimos no es un saber intelectual, sino a una aceptación lo más profunda y abarcativa posible en la conciencia y en el sentir de todo aquello del propio ser que antes había sido rechazado patológicamente.

El psicoanálisis se propone, en este sentido, investigar los modos en que el yo rechaza los impulsos y los motivos de este rechazo. La meta es integrar la personalidad, es decir, mostrar como propio del ser lo que es propio de él, anulando las defensas patológicas. En la medida en que éstas son disueltas, el paciente puede admitir sus deseos y fantasías como pertenecientes al yo y puede curarse.

Este proceso de autoconocimiento implica la superación de la angustia ante sí mismo y de todos los medios hostiles que -en defensa frente a esta angustia- el sujeto ha empleado contra sí “desdoblándose, mutilándose, negándose, aniquilándose, cerrándose o también proyectándose en parte en el mundo y riñendo luego con él para aliviar la discordia interna, o sustrayéndose de él para encontrar una paz aparente, pero quedando empobrecido en comparación con todas las posibilidades latentes.” 

La técnica psicoanalítica es, pues, un método para “llegar a ser quien se es” (Nietzsche): no hace otra cosa que devolver al ser lo que es suyo y lo que, en el camino de su vida, en el interjuego de conflictos internos y sucesos externos, el sujeto había perdido o no había podido desarrollar en plenitud.