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PRESENTACIÓN

El Centro de Estudios Freudianos – Academia de Psicoanálisis Madrid SL (NIF B02653467) es una institución con sede en Madrid dedicada al estudio, la práctica y la transmisión del psicoanálisis. Funciona de manera presencial y en formato virtual (online), acercando el psicoanálisis a personas hispanoparlantes residentes en todo el mundo que presentan un interés particular por los hechos revelados por esta ciencia. 

Enseñar las ideas del psicoanálisis implica echar luz sobre los enigmas del alma humana, hacer conocer lo inconsciente, familiarizar al sujeto con lo que es ajeno a la conciencia y rechazado por ella y que, sin embargo, existe dentro del psiquismo de cada uno, determinando en grado insospechado nuestro pensar, sentir y hacer. 

(…) “Acercar el psicoanálisis significa aún, en suprema instancia, contribuir a la realización de un antiguo anhelo de los hombres que consiste en alcanzar aquel conocimiento de sí mismo que conduce a una mejor solución de los conflictos internos y externos, a la disminución de la angustia y del odio y a la transformación –la humanización- del ser humano”. (E. Racker)

CONCEPTOS FUNDAMENTALES

Por lo general, las dificultades que atravesamos en nuestra vida están asociadas a la relación que establecemos con nuestros sueños y con nuestros vínculos más cercanos y significativos, ámbitos que se encuentran conectados entre sí ya que aquello que deseamos lo deseamos por alguien, para alguien o con alguien.

Quien haya transitado un análisis personal habrá podido apreciar hasta qué punto los desencuentros surgidos en estos campos tienen un fuerte componente interno, es decir, tienen que ver con lo que subjetivamente vivenciamos y con cómo lo vivenciamos, más que con algo que objetivamente nos sucede. Estos dos factores, decisivos en nuestro sentir y en nuestro hacer (qué vivenciamos y cómo lo vivenciamos), se organizan en nosotros según lo que podríamos llamar una estructura de personalidad, la cual, por su parte, se ha construido sobre defensas pretéritas erigidas ante situaciones (reales o fantaseadas) que hoy son anacrónicas.

Hacer consciente lo inconsciente, vencer las resistencias, transformar la repetición en recuerdo, restituir la unidad psíquica o lograr que allí donde ello era advenga el yo” son todas maneras con las que Freud busca circunscribir la meta de la terapia psicoanalítica. Podríamos añadir a estas definiciones la sintética sentencia de Nietzsche: “llega a ser quien eres”. Todas estas expresiones tienen un elemento común: la tesis de que traer a la consciencia lo negado y rechazado de nuestra historia nos provee alivio y enriquece nuestra vitalidad por cuanto nos permite ampliar nuestro panorama y comprender mejor lo que nos sucede con quienes nos importan y con respecto a aquello que nos importa. 

Un proceso psicoanalítico puede resultar arduo y costoso para la opinión de muchos pero el beneficio que aporta es indudable: incrementa nuestro campo de acción frente a las vicisitudes que experimentamos en la realidad a la vez que nos aporta una nueva manera de percibir y abordar la realidad. Esta nueva manera se encuentra menos sesgada o distorsionada por patrones de repetición (hábitos de comportamiento y de pensamiento)  otrora adquiridos inconscientemente y enquistados en el carácter para acallar la angustia latente por la irresolución de nuestros conflictos.

“Un día un viejo sabio chino perdió sus perlas. Mandó, pues, a sus ojos a buscar sus perlas, pero sus ojos no encontraron sus perlas. Mandó entonces a sus oídos a buscar las perlas, pero sus oídos tampoco encontraron las perlas. Mandó luego a sus manos a buscar las perlas, pero tampoco sus manos las encontraron. Y así mandó a todos sus sentidos a buscar sus perlas pero ninguno de ellos las encontró. Finalmente, mandó su no-buscar a buscar sus perlas. Y su no-buscar encontró las perlas”.

El célebre psicoanalista polaco-argentino E. Racker nos enseña que captar o intuir el inconsciente del analizado –sus impulsos, resistencias y transferencias inconscientes- y así comprender sus situaciones de conflicto irresueltas es una de las tareas fundamentales del psicoanalista. 

Ahora bien, esta “captación” solamente puede producirse a través del propio inconsciente puesto que, tal como lo prescribe la sabiduría medieval, “sólo lo igual puede conocer lo igual” o, para decirlo con otras palabras, sólo puede conocerse en otro aquello que es propio de uno mismo y ha sido adecuadamente asimilado.

Freud establece que es necesario, para quien desea ejercer el psicoanálisis, atravesar un psicoanálisis personal. Esto es así por el hecho de que sólo se puede hacer consciente el inconsciente de otro en la medida en que la propia consciencia está lo suficientemente permeable a los propias pulsiones, sentimientos y fantasías. 

A los fines de la cura psicoanalítica no son las intelecciones o elaboraciones racionales las que cuentan, sino el hecho de que el analista es capaz de “captar” lo rechazado en el paciente porque lo re-conoce sin angustia ni rechazo, habiéndolo aceptado antes dentro de él como propio. Desde ese lugar novedoso e inesperado el psicoanalista interviene y es allí donde se funda su eficacia terapéutica.

La relación afectiva que el analizado establece con el analista en un análisis, se re-crea. Ello implica que ya existe, en forma latente, dentro del analizado. Desde sus primeros años de vida, el sujeto neurótico alberga dentro de sí, reprimidos, un conjunto de fantasías, angustias e intensos conflictos repletos de idealizaciones, persecuciones y depresiones. En el tratamiento psicoanalítico, es esperable que todos estos procesos infantiles “retornen”, se hagan presentes en la relación analítica a través de lo que conocemos como transferencia.

Un proceso psicoanalítico consiste, fundamentalmente, en el análisis de esta transferencia, lo cual supone centrar nuestra atención en la singular interrelación recíproca entre dos individuos: el analizado y el analista. Esta relación deviene el “campo de batalla” por excelencia en el que el analizado puede apuntar a lograr la “integración” de su personalidad, superando la desunión consigo mismo, la angustia ante sí mismo y los métodos destructivos de defensa frente a sí mismo. 

La creación de la transferencia posibilita, de este modo, un “desentierro” de ciertas relaciones primarias que necesitan –y estaban esperando- ser revividas para darles un nuevo y mejor destino.  Tal como lo establece Racker, “la transferencia es la revivencia de la infancia en mejores condiciones; ella permite que lo que antaño fuer rechazado patológicamente sea admitido en la consciencia, sobre todo gracias a la mayor fuerza del yo adulto y a la conducta comprensiva y objetiva del psicoanalista”.

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